Introducción al problema del agua en el Valle de México

El agua forma parte del capital natural de los ecosistemas y es un recurso indispensable para la vida. Sin ella, la Tierra sería un lugar inhabitable. Es por ello que el agua desempeña un papel vital en la salud pública, el crecimiento económico, la paz, y la sostenibilidad del medio ambiente.

Desafortunadamente, sólo un 3% del agua del planeta es dulce y 2.5% de ella no es accesible porque se encuentra en la tierra, los glaciares, las capas polares de hielo y evaporada en la atmósfera; por lo tanto, sólo el 0.5% del agua dulce del planeta es asequible para el ser humano[i]. El abastecimiento del agua dulce a las zonas urbanizadas es cada vez más limitado: para el 2030, se espera que el uso del agua aumente en un 40% debido a la combinación de varios factores como el sobrecalentamiento global[ii], las actividades humanas y el crecimiento demográfico[iii]. Esto va a provocar un estrés hídrico[iv] generalizado en todo el planeta, porque no habrá suficiente agua para satisfacer toda la demanda.

Específicamente en nuestro contexto, el consumo promedio de agua en la Ciudad de México es de 366 litros diarios por persona[v]; mientras que la Organización Mundial de la Salud recomienda que se disponga “de 100 litros por día per cápita localmente”[vi] para satisfacer de manera óptima las necesidades hídricas de cada persona. Pero el dato anterior no quiere decir que todos los mexicanos tengan acceso al agua dulce. Por un lado, el artículo cuarto, párrafo sexto, de nuestra Constitución Política expresa que “Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible”[vii]. Por otro lado, la realidad es muy distinta, ya que el 25% de hogares en México no tienen acceso a agua potable[viii].

La crisis hídrica en el Valle de México – Un problema cada vez más apremiante[ix]

El 16 de febrero de 2021, la Comisión Nacional del Agua, CONAGUA, anunció una disminución en el suministro de agua a la Ciudad de México y al Estado de México a partir del mes de marzo, debido a bajos niveles de agua que presentaban las presas del sistema Cutzamala. Esto se debió a la sequía intensa provocada por la escasez de lluvias en 2020 y 2021, lo que significó la disponibilidad más baja en los últimos 25 años.

Por fortuna, después de las tormentas y los ciclones tropicales de agosto, el sistema Cutzamala logró recuperar hasta el 50% de sus niveles de agua.[x] Sin embargo, estos niveles están en peligro de bajar drásticamente cada primavera debido a las sequías y los calores extremos que aumentan anualmente por el sobrecalentamiento global.

El Sistema Cutzamala abastece 13 alcaldías capitalinas, 10 municipios del Estado de México y 1 municipio del Estado de Hidalgo, ya que este sistema, junto con el Lerma y la presa Madín, están situados en el Estado de México (aunque una parte del Cutzamala también pertenece a Michoacán)[xi]. Esto quiere decir que, tan solo en el Valle de México, el mencionado desabasto de agua de la primavera de 2021 afectó aproximadamente a 9 millones de personas.

Los desabastos se han vuelto cada vez más recurrentes y siguen afectando a millones de personas en el Valle de México. Recurrir a fuentes de agua más lejanas y distintas a las que conforman el Sistema Cutzamala ya no puede proponerse como una solución temporal (mucho menos a largo plazo), pues el resto del país también está sufriendo una crisis hídrica alarmante. Tenemos, por ejemplo, que el segundo lago más grande del país, el Cuitzeo, en Michoacán, estuvo a punto de desaparecer. El 23 de abril de 2021, se reportó que ya el 70% del lecho de dicho lago se encontraba seco y esta situación alarmante se prolongó hasta agosto del mismo año.[xii],[xiii] Cabe mencionar que la casi total desaparición del lago de Cuitzeo se debió, no sólo a las crecientes sequías anuales, provocadas por el cambio climático, sino también a irregularidades legales en el consumo del agua.[xiv]

El problema del suministro de agua al Valle de México, y la disposición de las aguas pluviales y negras es una situación compleja que se ha ido afrontando, a través de las décadas, con soluciones temporales, costosas, no sostenibles ni equitativas.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, el mayor problema en esta zona del país es la escasez de agua, en gran parte debido a que la población creció de 2 a 20 millones de habitantes entre inicios del siglo pasado y los años 60. Para subsanar la creciente demanda de agua, inicialmente, se abrieron cerca de 1100 pozos para tomar agua del manantial de Xochimilco. En 1948, se tomó la decisión de traer agua del río Lerma, en el Estado de México. La construcción del Sistema Lerma se concluyó en 1958, atravesando la Sierra de las Cruces para lograr que el agua llegara al Valle de México. Fue un proyecto ingenieril difícil, porque las aguas del río Lerma que fluyen naturalmente al Océano Pacífico, al ser traídas al Valle de México y desalojadas al Rio Tula, desembocan en sentido contrario, hacia el Golfo de México.

Entre 1965 y 1970, se amplió el Sistema Lerma para utilizar el agua proveniente de pozos. Por esos mismos años, se empezaba a impulsar el desarrollo urbano de Naucalpan, Tlalnepantla y Atizapán de Zaragoza. Por ello, se convino una entrega de agua al Estado de México con la apertura de más pozos en los Valles de Toluca y de México. Es decir que, desde ese entonces, el abastecimiento de agua está ligado también al de la zona conurbada y al Valle de Toluca.

A las poblaciones de las regiones de donde se sustrajo el agua, ya que les quedó vedado usar sus pozos, se les dieron carreteras, clínicas de salud y escuelas a manera de compensación. Hasta la fecha, se sigue dando prioridad a la capital y a la zona conurbada, relegando a las poblaciones de donde se toma este líquido vital.

Al volverse nuevamente insuficiente el agua para la ciudad y la zona conurbada, que seguía creciendo rápidamente, se planeó el Sistema Cutzamala, cuya primera fase se inauguró en 1972. Consistía en tomar el caudal de la presa Villa Victoria, del Sistema Hidroeléctrico Miguel Alemán, pues se consideró más necesario y más rentable como presa de suministro de agua que como generadora de electricidad. En una segunda etapa (1985), se aprovechó la presa Valle de Bravo y, en una tercera etapa (1993), se captó agua de las presas Colorines, Tuxpan y del Bosque, estas dos últimas de Michoacán. Por ello, este sistema es de los más grandes del mundo, no sólo por el agua que transporta, sino porque vence un desnivel de 940 metros. Está integrado por 7 presas y 6 estaciones de bombeo.

Las 6 plantas de bombeo logran elevar el agua a una altura de 1100 metros (equivalente a 7 y media veces la altura de la Torre Latinoamericana), lo que gasta una gran cantidad de energía, que es igual al consumo eléctrico de toda la ciudad de Puebla[xv]. Así mismo, el Sistema transporta el agua por cerca de 330 kilómetros de canales metálicos, de concreto, túneles y canales abiertos. Finalmente, el agua es tratada en la planta Los Berros en el municipio Villa Allende, Estado de México, antes de ser abastecida a la ciudadanía. Lamentablemente, aunque este tratamiento consigue que el agua sea potable, las tuberías y los depósitos intermedios que permiten el abastecimiento de agua no mantienen el agua limpia, por lo que ya no es bebible al llegar al consumidor.

El problema no termina ahí – Desalojo del agua[xvi]

Los mexicas construyeron la Gran México—Tenochtitlán sobre los diversos lagos del Valle de México mediante un sistema de chinampas. Éste consistía en plataformas terrestres de gran estabilidad, construidas encima del agua, que sirvieron tanto para la expansión territorial como para la agricultura. Aquellos habitantes originarios vivían en equilibrio con su hábitat; sin embargo, cuando los colonizadores intentaron pavimentar esta gigante urbe, la población comenzó a sufrir de constantes inundaciones causadas por los ríos Zumpango, Texcoco y Cuautitlán, entre otros. Este problema duró durante la mayor parte de la época colonial.

En 1607, se construyó el Túnel de Huehuetoca para desviar el río Cuautitlán hacia el río Tula y así evitar que desembocara en el Lago de Texcoco. Posteriormente, en 1781, se aumentó la capacidad del Túnel convirtiéndolo en un canal conocido como el Tajo de Nochistongo, que permitía también el desalojo del río Zumpango. Pero, como seguían las inundaciones debido a los otros ríos que desembocaban al Lago de Texcoco, a finales del siglo XIX e inicios del XX, se construyó el Gran Canal de Desagüe. En la década de los 40, el Canal quedó sobrepasado y se construyó otra ampliación. También se llevó a cabo una obra más, llamada Emisor Poniente, que colectaba las aguas del poniente de la ciudad para desalojarlas por el Tajo de Nochistongo, lo que pronto también resultó insuficiente.

Este sistema de desagüe, un tanto improvisado y bastante accidentado, terminó ocasionando sobre todo dos problemas en el siglo XX: a) la expulsión de agua pura subterránea junto con agua usada y contaminada, y b) la pérdida de agua del subsuelo. Debido a esto último, las arcillas del subsuelo, al quedarse faltas de agua, se comprimieron, provocando el hundimiento irregular y peligroso de la ciudad.

Con los hundimientos, el Gran Canal dejó de tener pendiente de arrastre y las aguas de drenaje comenzaron a retroceder y a salir por las coladeras. Finalmente, en 1975, se inauguró el Sistema de Drenaje Profundo, un túnel a 200 metros de profundidad que conduce tanto aguas pluviales como las usadas. Se fue ampliando para abarcar casi toda la Ciudad de México. Así también, en los años 90, se inició el entubamiento del Gran Canal.

Las diversas salidas de aguas residuales con las que hoy cuenta la capital llegan al río Tula, donde se utilizaron sin tratamiento para riego en zonas agrícolas de Hidalgo y del Estado de México hasta el 2018, cuando se construyó una planta de tratamiento de agua residual en Atotonilco, Hidalgo.

Conclusión

Actualmente, en la fase de suministro, todo el esfuerzo por abastecer a la población del Valle de México de agua mediante el Sistema Cutzamala se ve mermado por la pérdida del caudal en el trayecto, la cual asciende—alarmantemente—a un 30% de todo el caudal. En la fase de desagüe, el sistema de drenaje claramente sigue siendo ineficiente, pues las inundaciones en el Valle de México durante temporada de lluvias, cada año, no han dejado de aquejar de forma severa a la población hasta hoy en día.

Se ha invertido una cantidad enorme de recursos, tanto económicos como naturales, en traer agua desde mantos acuíferos muy lejanos y en construir canales de desalojo de las aguas usadas, cuando el Valle de México era—y es—por su localización geográfica, una fuente abundante de este recurso tan preciado y un sistema natural de lagos autorregulado.

Así mismo, la población afectada del Valle de México y de Michoacán nunca ha sido consultada para la toma de acuerdos entre gobiernos estatales y federales. Incluso, a varias poblaciones se les ha despojado de sus fuentes naturales de agua, a las que tienen derecho constitucional y por el simple hecho de ser personas. A otras poblaciones, se les ha inundado de agua residual no tratada y, por lo tanto, nociva para la salud.

Aunado a todo lo anterior, se seguirá necesitando cada vez más agua para abastecer a toda la población del Valle. Buscar cómo traer agua desde aún más lejos, afectando a más poblaciones, no puede seguir siendo la forma de solucionar la crisis hídrica del Valle de México. Se debe partir de fundamentos científicos y sociales basados en la sostenibilidad, pensando tanto en las generaciones actuales como en las futuras.

Por ejemplo, se debería poner hincapié en arreglar las fugas en la fase de suministro y se debería diseñar un plan urbano de captación de lluvia que involucre tanto la infraestructura federal como el ámbito doméstico de las viviendas del Valle. Así mismo, es imprescindible que cambiemos la forma como consumimos agua. Debido a que, en el Valle de México, habitamos 20 millones de personas, el uso que cada uno de nosotros hace del agua sí tiene un impacto muy significativo en la disponibilidad de este recurso. No podemos simplemente echarle la culpa a las industrias de que haya una crisis hídrica. Es por ello que, en en los siguientes posts, presentaremos diversas maneras en las que todos podemos colaborar para solucionar este problema desde nuestros hogares.

Para nosotros los miembros del Movimiento Laudato Si’, Capítulo Valle de México, “no sólo es necesario recoger información para saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar”[xvii]. Que cuidemos la disponibilidad del agua para todos sólo “para evitar multas o para ser ecológicos no es suficiente. Es de suma importancia respetar el valor intrínseco del agua en todos los contextos, pues el agua es un elemento que une eficazmente a la familia humana”[xviii]. Debemos “mantener una visión simbólica del agua, enseñando a los demás a no ver el agua como materia pura o como un recurso que debe ser explotado, sino como la fuente de vida de cada ser viviente”[xix].

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[i] “Water Facts – Worldwide Water Supply”, Bureau of Reclamation. Gobierno de California, Estados Unidos. 04 de noviembre de 2020. Web. Visitado el 03 de mayo de 2021.

[ii] “Existe una estrecha relación entre el clima y los recursos hídricos porque los cambios de temperatura, precipitación y deshielo pueden causar cambios en la distribución estacional y espacial del agua, causando inundaciones y sequías”. (Aqua Fons Vitae, p. 10. Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Ciudad del Vaticano: 2020).

[iii] “Comprender las dimensiones del problema del agua”, ONU Habitat. Web. Visitado el 03 de mayo de 2021.

[iv] El estrés hídrico sucede cuando la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible, o cuando su uso se ve restringido por su baja calidad.

[v] Valdelamar, Jassiel. “México, el quinto país que más consume agua”. El Financiero. 03 de agosto de 2017. Web. Visitado el 11 de mayo de 2021.

[vi] Aqua Fons Vitae, p. 20. Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Ciudad del Vaticano: 2020.

[vii] Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en Cámara de Diputados, H. Congreso de la Unión. Web. Visitado el 03 de mayo de 2021.

[viii] “25 por ciento de hogares en México no tienen acceso a agua potable: CNDH”. Aristegui Noticias. 22 de marzo de 2018. Web. Visitado el 03 de mayo de 2021.

[ix] Watts, Jonathan. “La crisis del agua de la Ciudad de México”, The Guardian. 12 de noviembre de 2015. Web.

[x] “Cutzamala supera el 50% de capacidad, pero tiene un déficit del 19.8%”. ADN 40. 24 de agosto de 2021. Web. Visitado el 11 de septiembre de 2021.

[xi] Cohen y González. “¿Guerra por el Agua en el Valle de México?”, Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad. Web. Universidad Nacional Autónoma de México: 2005.

[xii] “México se queda sin agua… y está en riesgo de desaparecer el segundo lago más grande del país”. El Financiero. 23 de abril, 2021. Web. Visitado el 9 de junio de 2021.

[xiii] Hernández, Miriam. “Cuitzeo y un lago que no se recupera”, El Sol de Morelia. 24 de julio de 2021. Web. Visitado el 29 de agosto de 2021.

[xiv] Cruz, Antimio. “Sequía histórica e irregularidades legales secan al segundo lago más grande de México”, Inforural.com 3 de agosto, 2021. Web. Visitado el 29 de agosto de 2021.

[xv] “34 años de operación del Sistema Cutzamala”, Comisión Nacional Del Agua – Blog. 03 de mayo de 2016. Web. Consultado el 05 de marzo de 2022.

[xvi] Watts, Jonathan. “La crisis del agua de la Ciudad de México”, The Guardian. 12 de noviembre de 2015. Web.

[xvii] Papa Francisco. Párrafo 19, Carta Encícila Laudato Si’ del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la Casa Común en Vatican.va. 24 de mayo de 2015. Web. Visitado el 03 de mayo de 2021.

[xviii] Aqua Fons Vitae, p. 4. Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Ciudad del Vaticano: 2020.

[xix] Ídem p. 31.